Hoy llega la luz teñida de claridad, viene con matices de ausencias, con el cegador resplandor de las cosas recién estrenadas, el relumbre que anega las virtudes que se presienten con la ilusión renovada, nuevos ensueños que rejuvenecerán las emociones y que nos elevarán a la cúspide donde yace la nostalgia.
Hoy la luz si es distinta. Es una luz preñada de inquietudes, de esencias que removerán el alma hasta exaltarla, que resanará las viejas heridas del tiempo, que recuperará las alegrías que estuvieron vegetando en las profundidades de la añoranza. Es esta luz única, que baña la tierra para dorar y construir escenas que solo son posibles en la Cuaresma sevillana y que misteriosamente se va imponiendo para ensalzar la melancolía que hace feliz a quien la recibe. Esa luz de tarde un martes cualquiera de Marzo , paseando entre alcázares , y conventos .Esa luz es sólo comprensible desde el punto de vista de los nacidos en esta tierra heredada de la Híspalis romana, un estatus de sobriedad que adquiere dimensión de gloria con la embriaguez de la hermosura visual de una azulejo trianero, proyectándose al mundo desde su localización en el alabastro donde fue depositado .
Hoy la luz viene anunciando la buena nueva de la recuperación del tiempo que creíamos olvidado, de aquella mentira que nos fueron imponiendo los días, las semanas y los meses .Viene envuelta en la celosía de la presunción, de la inmodestia innata de su altanería, con el orgullo encumbrado sobre el pedestal que lo muestra con la galardón del fiero combate que acaba de librar contra las tinieblas, contra la oscuridad inmediata, que ahora sestea en los campos de la derrota, esperando el retorno de su gloria, del tiempo en el que se adueñe de la pesadumbre y las sombras prevalezcan anestesiando las emociones, alejándonos de los instantes que ahora son nuestros.
Es esta luz de los primeros días de marzo la que nos devuelve la sinrazón, la desmedida frivolidad de las querencias y devociones, la que nos altera los índices del orden con altares imposibles , la que nos provoca con la inmediatez de la dicha hasta exacerbar los sentidos. Es esta luz la primicia sobre la belleza, la que despereza la rutina y la vuelve menesterosa ocupación, en un ir y venir de emociones, en apresurarnos en la convicción de lo bueno que está por llegar, es la voz traslúcida que nos pregona la ruptura del alma hasta que la Niña, que va a cumplir diecinueve años, para suturarnos las heridas y recomponernos el cuerpo en mañana de un viernes santo, y repliegue su luminiscencia porque será eclipsada por el fulgor de la Bienaventurada, cuando la proclamada Bendita entre todas las mujeres anegue con su luz el cielo de la Resolana.
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