Tramo Once

Es el Balcon des del que me asomo para dar fe de mis memorias cofrades

martes, 25 de diciembre de 2012

Una noche de Navidad


LO que nos prometió la Esperanza Macarena hace una semana se cumple hoy. Esta noche nace el Gran Poder. Natividad y Epifanía se superponen en San Lorenzo porque el mostrarse de Dios en carne humana es ya también, inevitablemente, la manifestación de su poder y su imperio, de su majestad y su gloria. Es sabido que Núñez Herrera dijo que el Gran Poder es el Dios honrado y fuerte que aún lleva prendidas en su túnica briznas de la carpintería de José. También lleva pajas de la cuna de Belén. La resurrección convirtió estas pajas y estas briznas -pesebre y taller- en los hilos de oro que la devoción fue bordando sobre sus túnicas como una enredadera de oraciones. 

Este Señor del Gran Poder es el niño que nació en un establo, se salvó de la matanza de Herodes, conoció el exilio, vivió la modestia de un hogar artesano en la pobre aldea de una nación sometida al poder de Roma. Este Señor del Gran Poder es el primo del Bautista degollado, el predicador que recorrió los campos de Galilea seguido por un breve séquito formado por pescadores, un indeseable recaudador de impuestos y un tipo que acabaría traicionándole. Este Señor del Gran Poder es el hombre aterrado, angustiado, detenido, interrogado, vejado y torturado. Y el Dios que, escandalosamente, hizo de la cruz que le aplasta el trono desde el que reinaría después de muerto. 

Nadie pudo arrebatarle su dignidad de hombre. Por eso acuden a él los humillados y los ofendidos, como si su altar fuera un tribunal y su imponente imagen, el juez compasivo con las víctimas e inflexible con los verdugos. Nada pudo arrebatarle su poder de Dios. Por eso acuden a él quienes buscan al que acoge los corazones quebrantados. 

Las grandes imágenes de Sevilla son palabras de Dios esculpidas. El Gran Poder es la Biblia entera esculpida. Nada lo define mejor que las palabras que Pascal anotó apresuradamente la noche del 23 de noviembre de 1654, tras haber visto con sus propios ojos a Dios: "Fuego. Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob y no el de los filósofos y los sabios. Certeza. Sentimiento. Alegría. Paz. Grandeza del alma humana. Llanto de alegría". Lo que Pascal vio lo había esculpido Juan de Mesa 34 años antes para que todos cuantos vieran al Gran Poder sintieran ese fuego, esa certeza, ese sentimiento, esa paz, esa grandeza del alma humana. Y les fuera otorgado el don de las lágrimas. Felicidades. Nos nace el Gran Poder.